"PESADILLAS" por GRIS CENIZA

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Ando por un gigantesco campo verde en un día donde el sol brilla con energía. El viento juega con la hierba, que me llega hasta las rodillas, y hace que su roce me moje las piernas. Es una sensación agradable.
Se que estoy soñando. No siento calor, ni frío, ni la humedad, ni el viento, pero la sensación es de paz, de tranquilidad, de seguridad, de bienestar. Será porque se que andas cerca.
Veo la pendiente que desciende, y como, a lo lejos, el mar verde por el que ando se une al mar azul del cielo. Sonrío porque se que nunca te separas de mí, y aunque aun no puedo verte, se que estás aquí. Puede que agachada entre la hierba, esperando que me despiste para salir corriendo, y que yo te persiga entre risas, te alcance, y caigamos rodando el uno sobre el otro en esta infinita almohada verde.
Mientras desciendo hago visera con mi mano: veo la casa de madera que construimos no hace tanto; cerca, el pequeño muelle que pisa tímidamente el lago, con nuestra balsa, en la que cada día paseamos y nos contamos un cuento nuevo. Pero no hay rastro de ti.
Ya debería haberte encontrado.
Al otro lado se alza imponente el faro. Nunca nos ha gustado. No solemos acercarnos. Pero hoy, algo en su autoritaria presencia, me llama y me habla de ti.
Y allí te encuentro, de espaldas, mirando el acantilado de púas de piedra negra. Ni siquiera cuando llego a tu lado me miras. Sigues con la vista fija en el vacío, con una expresión tuya que desconozco. Diría que no es enfado, sino una mezcla de tristeza y burla. Y aunque al abrazarte parece que despiertas, apenas reaccionas, solo un intento de sonrisa que no consigue convencerme. Y te separas de mi.
Se que la hierba es verde porque me lo dijiste tantísimas veces. Pero sabes que para mi podría ser roja. Y en ese momento ya es ciertamente roja. Y tú, ahora que te miro bien, estás muy blanca. Tus pómulos se marcan aun más. Tu piel parece de hielo, y tus venas azules la cruzan como si fueran grietas. Llueven hojas con forma de corazón, por eso el suelo es rojo. En realidad todo es blanco nieve, pero el suelo es de lágrimas rojas sobre un mar de frío.
Tus ojos, que siempre he pensado que son azul-gris-amarillo, pasan a ser un desenfoque que al principio creo que son lágrimas, pero simplemente son la nada que hay en la verdad más absoluta.
Y esa verdad es que ya no sientes nada por mi. Nada. Y mientras yo lo repito sin lograr entender, das otro paso y te dejas caer al vacío.




greycinder@hotmail.com

BASADO EN UNA CANCIÓN

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Llevaban cuatro días idénticos encerrados allí. A través de la ventana veía la luz gris y la fina lluvia con su inacabable goteo. El paisaje era una masa opresiva de grises: asfalto, edificios, y cielo plomizo, en el que era imposible distinguir donde empezaba uno y donde terminaba otro. A sus ojos se fundían las piedras con la lluvia. Seguía con la vista perdida en el laberinto que eran las nubes, mientras un cigarrillo más se había consumido entre sus dedos, sin llegar a sus labios.
Una sacudida de sus tripas le hizo mirar dentro de la minúscula habitación. La cama, la mesita de noche, la sucia alfombra, y la ropa de los dos esparcida por el suelo. Se dirigió al baño, descalzo, y pasó por delante de la cama echándole un breve vistazo; ella seguía ahí pero él no sonrió.
Vomitó de una forma rápida y brusca, pero no se sintió mejor. Registró el pequeño mueble del baño y terminó destrozándolo. Al mirarse en el espejo que había roto se dio cuenta de que estaba llorando. Volvió y se sentó en una esquina de la cama tapándose la cara con las manos. Llorar le provocaba dolor en la mandíbula, la tensión se acumulaba en los labios y en la garganta.
Luego, apartó las sábanas del cuerpo de ella, dejando a descubierto sus muslos llenos de pinchazos, sus nalgas grisáceas, y un brazo mal doblado debajo del cuerpo. Buscó su mirada, y aunque ella tenía los ojos abiertos, no logró encontrarla.
En la mesita esperaba la última dosis. Ella se lo hubiera impedido, y ahora, irónicamente, aquellos ojos abiertos casi parecían exigírselo. Dejó la hipodérmica en el marco de la ventana y volvió junto a la cama. La cogió por debajo de las axilas y tiró. El peso muerto hizo que terminaran los dos en el suelo. La arrastró como pudo hasta la ventana y logró sentarse en la silla abrazando el cuerpo sin vida de la mujer.
Lloraba. Lloraba sin poder parar. Ella no había querido empezar, pero él la había conducido a su mundo. Llevaba muerta todo el día, y él sentía que aun estaba en la habitación, reprochándole haberse ido ella primero, como si exigiese justicia divina. La imaginaba delante suyo, enfadada, gritándole en la cara, insultándole con aquella extraña voz que le quedaba siempre que se daba un viaje.
Y la mecía entre sus brazos, llorando a solas. Nunca se había sentido tan solo como en aquellos momentos. Se le había escapado la vida mientras viajaban juntos abrazados en la cama. Él la quería por encima de todas las cosas, y había muerto por su culpa. Ella tenía razón, debería haber muerto él.
Echó la cabeza hacia atrás escuchando su propio dolor, el sonido de su lucha por sorber el alma, que rota, se le escapaba en forma de lágrimas. Le dolía la cara, y la garganta le iba a explotar, por eso no sintió como la aguja entraba en sus venas. Al instante se sintió mejor, y la vio a ella empujando el líquido hasta el final. Empezaron a reír los dos juntos. Se miraban, eran cómplices, no existía la soledad. Volvía a ser como antes, como cuando estaban juntos... Pero la risa de ella fue cambiando y se convirtió en algo molesto. Él se calló, pero ella cada vez era un personaje más grotesco. ¡Estás loca! le gritó.
Y entonces se dió cuenta de que ya no había vuelta atrás. Cerró los ojos e intentó borrar de su mente aquella parodia, aquella falsa copia loca. Pensó que iba a reunirse con su amor, y se dispuso a disfrutar de aquel último viaje que le llevaría junto a ella.

Cuando dos días después entró el malhumorado casero, acompañado de la policía, se encontró con que los dos cadáveres le sonreían.

"INICIO DE HISTORIA" DE GRIS CENIZA

¿No creéis que con el tiempo los recuerdos vividos se van esfumando? ¿Que si no los retienes, recordándolos día tras día, ellos acabarán por desaparecer y tú nunca tendrás la certeza de lo que pasó aquel 14 de mayo o aquel 20 de septiembre de hace unos 10 años fue real? Hay un recuerdo que nunca olvidaré, ese que me empeño en repetir para no olvidar jamás, hace exactamente 5 años, 22 días, 10 horas, aquel 3 de octubre del 2009, cuando llegó mi vigésimo aniversario.
(inicio de Azul Cielo)

Creo que por eso me tienen aquí, porqué es lo único que recuerdo. Parece que esta es mi condena, pero a la vez, algo me dice que también es mi salvación.

Me molesta esta espera. Me irrita tener que buscar tan dentro de mí. ¿Que qué busco? Ellos quieren una respuesta inmediata. La mujer que se sienta frente a mi parece tener mucha más paciencia que yo. Todavía sonríe amablemente, es su trabajo. A mi ya no me quedan uñas que morder. Miro el bidón de agua con sus vasitos de plástico.
-Amelia ¿Puedo beber agua?- el que responde con una negativa es Andrés, también es su trabajo.- No se que más quieren que les cuente. Llevo dos horas explicándoles como fue el día de mi cumpleaños una y otra vez, y les aseguro que no recuerdo nada más después de eso. Luego desperté en este sitio hace tres días, ya lo saben.
-Vamos, inténtelo una vez más, tiene que haber algo ahí dentro. Nosotros le ayudaremos a recordar- Amelia no cambia su tono suave.
-Míren, estoy cansado, no consigo sacar nada más de mi memoria. ¿Alguien me podría decir quien soy? Y no me refiero al nombre que me han dado ni a sus do-cu-men-tos ¿Y que es este lugar?- sus expresiones no cambian, ella amable, él severo.- ¿Pero que coño hago aquí?
-Ángel cálmese. Solo intentamos ayudarle- a pesar de sus palabras no me fio del tío serio. Algo le nubla la vista ¿Duda?.- ¿Que pensaría si le digo que hace cinco años que usted tiene esta conversación diariamente con la señora Amelia?- eso es imposible pero siento vértigo en el estómago y se me reseca la garganta. Aunque no se qué intenta decirme está claro que no es un farol. Mi cara tiene que haberle hecho entender algo que mi voz antes ha sido incapaz, porque me acerca un vaso lleno de agua.- Vamos Ángel, colabore, díganos que recuerda exactamente.

-Yo...les he dicho que es mi cumpleaños, cumplo quince. Mi madre me espera a la salida del cole. Se supone que tengo entreno, pero ella dice que hoy es un día especial y ha preparado algo especial para cenar con papá. Se ha pasado la mañana cocinando, ha salido antes del trabajo, y quiere darle una sorpresa a mi padre... -el cosquilleo en mi estómago es cada vez más grande. Joder, estoy sudando. Mis recuerdos son los mismos, pero ahora intuyo más detalles, lo veo todo con mayor nitidez.- De camino me compra un helado. Me acuerdo perfectamente de como el señor Alonso intenta convencerme para que me lo lleve de nata, y cuando protesto mi madre me llama maleducado. Giramos la esquina de la tienda con el helado, y cuado me entra la segunda arcada lo tiro al suelo. Mamá solo me pega una bofetada, una sola porque no está dispuesta a que le arruine su noche. Se ha puesto guapa. La falda más corta de lo normal, tanto que cuando se inclina se le ve el interior de los muslos que no cubren las medias. Por la calle los hombres la miran y se les ilumina la cara al verla, pero no me gusta su expresión. Parecen lobos divertidos a punto de saltar sobre su presa- hasta este momento no me había fijado en el escote de Amelia, claro que mi madre es mucho más joven y bonita en mis recuerdos que la rubia llena de arrugas que me mira en estos momentos.- Son sus tetas, los hombres la miran a las tetas porque las lleva medio fuera, asomando entre un encaje negro. Así que el enfado se le pasa deprisa. Supongo que debería darle las gracias a esos hombres por prometerle tantas cosas con la mirada, por confirmarle que su disfraz de carne húmeda es excelente.

-¿Que pasa cuando llegas a casa Ángel?- ¿Lo que noto en su voz es ansiedad?
-Subimos con el vecino nuevo en el ascensor, que no es demasiado grande, pero creo que no hace falta que se pegue tanto detrás de ella. Me incomoda pero es evidente que a ella no. Se sonríen durante cuatro pisos, y al final se despiden, "espero verte pronto".
En esta habitación, sus caras dicen que estan mucho más sorprendidos que yo, que mis recuerdos empiezan a aparecer y les dejan boquiabiertos. Pero yo me encuentro muy lejos de aquí, unos cinco años atrás para ser exactos. Solo se escucha la cinta de la grabadora, es posible que estos dos ni respiren, rompo el silencio con mi voz otra vez.

Entro corriendo en casa con la emoción de descubrir si mi padre ha llegado ya. Él es el refugio perfecto tras la pesadilla en que se ha convertido el camino de vuelta al hogar. En el comedor no hay nadie pero las ventanas estan abiertas como siempre que papá llega a casa. Oigo como se cierra la puerta de entrada unos metros detrás mío. Miro en su habitación y la chaqueta de su traje ya está colgada en su percha antiarrugas, así que seguro que está en casa.
Salgo disparado hacia el unico rincón en que puede estar papá. Es lo frío que está el pomo de la puerta de su despacho lo que me hace pensar que si está cerrada significa prohibido entrar. Pero es demasiado tarde, voy decidido a encontrarme con él. Probablemente esté hablando con la abuela por teléfono porque no se encuentra demasiado bien estos días. O puede que sea su asesor el que le tiene al teléfono, o quizás está revisando las facturas una y otra vez para que no se le escape nada. No pienso que importe, hoy es mi cumpleaños y tenemos que celebrarlo juntos. Necesito que mi padre me abrace y que sea mi refugio una vez más. Pero mientras giro el pomo siento que algo no está bien, que quizás papá no quiere que entre, pero ya estoy dentro.

-Vamos Ángel, lo estás haciendo muy bien. ¿Que hay en esa habitación?- así que este par siguen escuchándome...
Una bola de rencor empieza a crecer en mi tripa. Estos recuerdos son nuevos, y les empiezo a odiar por hacerme recordar. A cada segundo un detalle más se une a mi pasado, a mi único recuerdo, para hacerme ver que todo es una media verdad, que detrás de esta puerta está la gran mentira. Nunca debería haber abierto el despacho, por eso he cerrado la puerta de lo que realmente sucedió aquel día. Ellos me han obligado a que la vuelva a abrir, y a que cruce la linea que separa entrar (recordar) y quedarme fuera (olvidar).
-¿Porqué queréis saber la verdad? Yo no quiero. ¡La verdad duele! Esos ya no son mis requerdos, ¡Yo no los quiero!
-Vamos chico acaba con esto, dinos que pasó.
Este tio es el demonio. Le odio. Me levanto y sin darles tiempo a nada le parto la silla en la cara. Cae al suelo y aun me mira, parece que no termina de creerse lo que acaba de pasar. Pero de momento no va a moverse más. Solo tiembla y se retuerce como si se estubiera electrocutando. Miro como sale sangre de su frente, de una fea brecha en su cráneo ahora deformado. Lo curioso es que Amelia ni se inmuta, solo me mira hipnotizada esperando que termine mi relato. Mientras, el agente judicial se desangra, su piel va perdiendo color, y el charco de sangre es como un camino para mi que me transporta otra vez al despacho de mi padre.

Al abrir la puerta mis ojos pasan por la alfombra gris y se detienen en el sofá. Mi padre está de pie, de espaldas a mi, la camisa blanca le llega por debajo de la cintura, pero sus piernas quedan al descubierto. Parece que no nota mi presencia pero en cambio ella, puesta a cuatro patas sobre el borde del sofá se gira y me ve. Sus ojos, perdidos en un mundo de placer, tardan un segundo en enfocar, y cuando su cerebro procesa la información le hace cerrar la boca, y convierte la cadencia de los gemidos en un taco, crudo, rápido y directo, mierda.
Ahí todo se vuelve una bola de carne confusa. Sus grandes pechos siguen balanceándose durante unos segundos, se separa de su amante y veo el interior de sus muslos afeitado perfectamente, rosado y húmedo. Aparece de golpe el ariete de carne de papá, erecto como un faro guiando al barco en que se ha convertido su secretaria. Se gira y me ve. Esa mirada está llena de odio. Odio y algo más, un viejo rencor que ya no puede disimular, la punta de la lanza de la culpa. No se cuanto tiempo nos miramos pero cuando logro apartar la mirada su pene se ha transformado en un pequeño gusano arrugado.
Él grita algo mientras busca sus pantalones, pero no lo entiendo porque llega mi madre lanzando insultos. La otra mujer intenta recomponer su vestido. Es impactante lo ridícula que se puede ver una mujer elegante con el pelo despeinado y botones de la camisa desabrochados. Las manos de mi madre se funden en la melena de la desconocida y tiran con tanta furia que la hace caer al suelo. Él la abofetea para frenarla. Intentan salir de la habitación, me rozan, me empujan y me gritan, pero no reacciono hasta que mamá araña la cara de papá. Le sale sangre de la cuenca del ojo. Entonces, sin querer, mi padre, convertido en las aspas de un ventilador, me golpea en la cabeza y caigo sobre la alfombra. No se que me hizo pensar que el juego de pesas que tenia junto a mi no era una mala opción, pero tenía toda la razón. Ellos tres siguen en un abrazo triple, entre rugidos. Me coloco detrás de papá, y de un solo golpe con la pesa le abro la base del cráneo. Cae fulminado, pero no como el agente, papá está muerto antes de llegar al suelo. Mi madre ahora lo abraza sentada, lo acuna entre sus brazos. Uno, dos, tres...siete golpes con la pesa y al final ella también se calla. La otra chica apoya la espalda en el armario y se deja caer en la alfombra. Llora histérica y se derrumba sobre las rodillas, tapándose el rostro con las manos. La miro con calma. Contemplo los cadáveres de mis padres. La moqueta gris ahora es negra cubierta de sangre espesa. Ella es la culpable de todo esto, pero no tiene sentido negar que golpeandola a ella disfruté menos que con mis padres...

Y ahora Amelia y yo cara a cara, a solas.



greycinder@hotmail.com
Daniel Solsona Gómez

"EXPRESO DE M. JACKSON"

Tiró el periódico sobre la mesita y apagó el televisor con el mando a distancia. Ni uno ni otro aportaban nada nuevo sobre su muerte, sólo discutían la veracidad de algunos datos y desarrollaban absurdas hipótesis. Hacía dos meses que había muerto y aun no sabían nada de nada, y esperaba que eso continuara así.
Sonrió mientras se levantaba del sillón y se dirigió hacia la puerta metálica. Tecleó un número secreto y la puerta se abrió con un suave clic. Adentro todo estaba oscuro, solo pequeños interruptores con luz propia brillaban en medio de la negra nada. Al entrar, una linea de fluorescentes en el techo se encendieron, alumbrando con luz suave la estancia. Pero fue al cerrarse la puerta detrás suyo cuando empezaron a iluminarse los laterales, y a mostrar la verdadera funcionalidad de la habitación. Había unos gigantescos bidones de cristal, cuatro en cada lado, llenos de algún líquido cristalino.
Se acercó al más cercano. En una etiqueta pegada al bidón se leía "Jamie". Posó la mano en el cristal y la movió como si pudiera acariciar su contenido. En el segundo bidón había tantos cables exteriores alrededor que apenas se podía ver el interior. El tercero contenía uno de sus especímenes predilectos "Matt".
Cruzó el pasillo y contempló a los otros cuatro. El contenido era una versión aun atrasada de su proyecto. Los cuatro estaban esperando su momento para formar parte de los elegidos.
Cuando se acercó a ellos, en uno de los bidones se formó una burbuja de oxígeno, eso significaba que aquel estaba soñando. Como antes, posó la mano sobre el cristal e imitó una caricia. El interior se revolvió despacio, desperezándose. El cuerpo se estiró y abandonó la postura fetal. Poco a poco la maraña de pelo flotante dejó paso a las imperfectas facciones del sujeto. De pronto, sus ojos se abrieron, y tras un instante inicial de confusión terminaron por reconocer a M.J.
En el interior, su rostro adquirió el tinte del terror más puro, y empezó a golpear el bidón con todas sus fuerzas. Desesperado, con los ojos apunto de salirse de sus órbitas, intentaba huir de allí, escapar de aquel monstruo.
Desde fuera, él miraba al niño, y tras su mascarilla sonreía.



DANIEL SOLSONA GOMEZ
greycinder@hotmail.com

"EL SECRETO DE LA MUSA"

Se, que aunque estuvieras d pie y atada con las manos a la pared por encima de tu cabeza, seguirías mirándome con esa prepotencia, esa altivez, y ese desparpajo de constante desafío. Incluso las botas y las oscuras prendas que te he obligado a ponerte te parecerán armas a tu favor, más que objetos de sumisión.
Porque esa eres tú, capaz de amedrentar a tus cautivadores con una sola mirada. Hierves por dentro: dura, oscura, dueña de ti misma, y dominadora de los demás. No agachas la cabeza ni cuando el brillante filo te roba unas gotas de sangre, orgullosa como una reina, el dolor no te robará tu honor.

Tu blanquísima piel, ahora amoratada como trofeo de caza, destila tu sudor y tus flujos creando un perfume que emane del sexo. Tus labios lo saborean, los sentidos se hipnotizan entre sí, y tus ojos brillan con una nueva debilidad. Ahí está. Lo sabía. Tienes una grieta en tu caparazón. Bajo esa niebla que te protege del dolor, de la humillación, de la mirada de los demás; bajo capas y capas de indiferencia y de rincones ocultos en tu profundo ser, ahí, justo ahí se oculta tu gran debilidad.

¿Aun no sabes a que me refiero? ¿Acaso no te das cuenta? Esa señal de alarma en tu rostro dice que no estoy equivocado. Lo curioso es que lo haya descubierto yo antes q tú.

Musa de las mil caras, tu gran debilidad eres tú misma.

Cuando te lames, cuando te ves en un espejo, cuando te hueles…
Pierdes los sentidos para que te exprima, para que te de más de ti misma, suplicándome que haga aparecer más de esa que eres tú pero a la vez se esconde dentro de ti. De esa que solo se asoma cuando yo estoy cerca y te susurro al oído palabras de gran poder. De esa que desaparece cuando te digo adiós.

Por eso me miras con tanta admiración, porque te convierto en lo que las demás solo pueden soñar.
Dama de las mil caras, solo tú conviertes mi locura en belleza.





DANIEL SOLSONA GOMEZ
greycinder@hotmail.com

Sant Jordi

23 Abril del 2009

Se pasó la mano por el pelo blanco, y luego se acarició la barba canosa. Podía tener cualquier edad entre los veinte y los cincuenta, pero no estaba seguro, sólo recordaba su último año de vida. Se sentó en el borde de la cama con la cabeza entre las manos. Ahora que se acercaba aquello (fuera lo q fuera), sentía como algunos de sus recuerdos volvían, en forma de imágenes, a su cerebro como un golpe flash, e intentaba retenerlos para reconstruir su pasado a partir de una fotografía mental.

Se acercaba la hora, y su cuerpo se lo reafirmaba con aquella herida en el costado que había brotado de la nada. Se miró en el espejo largo tiempo estudiando sus ojos sin edad. El día anterior la herida no existía, al despertar era una simple marca rojiza, y ahora ya era una fina gota de sangre reseca. Sabía que en pocas horas se convertiría en un gran agujero desde donde se podría mirar ver a través de él, era algo que simplemente aceptaba.

Así estaba, con los ojos cerrados con tanta fuerza, y todos sus sentidos centrados en intentar recordar, que al principio no se dio cuenta que alguien lo observaba a pocos pasos de él.

-¿Shanuun?- su voz sonó asombrada.

-Esa yo soy, hombre sin nombre- su voz aguda chirriaba desagradablemente. La miró con desconfianza. Era un ser extraño, de un metro de alto, aspecto humanoide, piel verde arrrugada y llena de berrugas, y desprendía un desagradable olor.

-¿De dónde habéis salido?- preguntó con el ceño fruncido

-De bajo la piltra- empezó a reir a grandes carcajadas, doblándose hacia adelante y hacia atrás mientras se agarraba la gran tripa. Él le miró los pies descalzos llenos de ampollas y mugre, coronados con unas uñas larguísimas y retorcidas. Se agachó para retirar la manta de la cama y miró debajó. Una compuerta en el suelo se cerró de golpé. Al momento volvió a abrirse, y se asomaron las cabezas de dos seres similares a Shanuun.

-Muy bien, os creo. ¿Que quiere vuestra merced de mi?

-Entoavia ma sorprende tu antigua forma d´ablá, sielito. Sabes que él ya viene a por ti, ¿verdá?- el albino abrió mucho los ojos-. Veo que no tacuerdas demasiao- metió una mano en los escasos andrajos que vestía, y sacó una especie de uña de piedra del tanaño de su brazo. Escupió dentro de la curbatura y se lo mostró al hombre-. Mira dentro, avé que ves. El escupitajo empezó a brillar con luz propia, creando una especie de esfera que terminó envolviendo el amuleto de piedra, y en ese resplandor blanquecino apareció la imagen de una joven de negros rizos. Reconoció el edificio, era el mismo en el que él vivía. El ascensor se frenó en la sexta planta, y ella entró en la puerta número cinco. Una vez dentro se fue desnudando, dejando caer la ropa a su paso, hasta llegar al baño. Unas escamas tatuadas recorrían todo su cuerpo, como la piel de un reptil, o de...un dragón, pensó. Entonces la joven se miró al espejo y su rostro se fue transformando, poco a poco, en el de una bestia de ojos inmortales, colmillos, y cuernos plateados.

-Empezas acordarte d´algo, ¿verdá?- los ojos de él estaban abiertos de par en par-. Anda cariño, asle caso a la Shanita y verás como tó puede salí bien. Recuerdas, y esos bueno mia amó. Tienes que confiá en mi. La miraba pero no podía pensar. Millones de imágenes desfilaban en su mente, miles de años, de experiencias vividas, le asaltaban a la vez. Y recordaba, entendía, y el miedo reciente se fundió bajo la capa de la falta de esperanza.

-Cúchame, esta vez puede se distinta, no tiene porqué pasá lo de siempre- fue susurrándole cada vez en un tono más suave, hasta contarle entero el plan, mezclado con palabras de alabanza. Los ojos del desdichado volvieron a abrirse desmesuradamente, presa de la locura en que lo había empujado otra vez la esperanza.

Todo lo que la bruja le había mostrado mediante la magia estaba sucediendo ahora realmente. La chica salió del ascensor y entró en la puerta número cinco. El albino esperó unos segundos y salió de su escondite, tras los pasos de la joven. La puerta estaba cerrada por dentro. Miró desesperado a su alrededor buscando ayuda, y cuando volvió a mirar a la puerta estaba abierta, y la duende correteaba hacia el interior del piso. Entró con todo el sigilo del que fué capaz y cerró la puerta. Encontró en una sala a la bruja sosteniendo una prenda de las que la joven había dejado caer, y la olisqueaba bruscamente. Se metió las bragas en la boca y empezó a masticarlas. Cuando se dió cuenta de que el hombre la observaba atónito, se paralizó y señaló con un dedo en dirección al baño. Entonces todo se desató de golpe. La puerta del piso saltó en mil astillas, y el hombre al que estaba temiendo entró gritando y derribando cuanto encontraba en su camino. La bruja se puso en la entrada de la sala cortándole el paso al caballero de la armadura, pero éste no podía verla. Se escupió en un dedo y lo pasó por el marco de la puerta y el suelo, sellando la entrada. Jordi golpeó con todo su peso la invisible barrera mágica, sus puños martilleaban el aire sin descanso, pero no pudo adentrarse ni un centímetro.El sin nombre, decidido por la brusca entrada en el piso del caballero asesino, entró en el baño. La chica de rizos se miraba en el espejo, pero cuando la puerta se abrió detrás suyo, se giró, y el reflejo que antes era su rostro, se transformó en la mueca furiosa de un dragón blanco.

-Vamo sin nombre, ven pa´qui. Si él ve que no lases daño te dejará en pas- la aguda voz le exigía que se diera prisa. El albino cogió a la mujer por los hombros y, a pesar de su resistencia, la llevó hasta la sala. Allí estaba el otro hombre, con una armadura asomando bajo sus ropas. Ya no golpeaba el muro invisible, estaba sacando una vara metálica de dos palmos de largo de debajo del abrigo.Jordi empezó a hablar, y cuando la bruja se pellizcó los labios, sus palabras significaban cosas distintas de las que él decía. Sin nombre intentaba explicar algo, pero el caballero también entendía un mensaje distinto del que intentaba transmitir. Los ojos llenos de terror del albino aparecían para el otro como sedientos de sangre y malignos. A su vez, Jordi quería calmar al otro, pero solo se le escuchaban blasfémias y juramentos violentos. La chica no sufría los efectos del conjuro de la bruja, y entendía a los dos hombres de forma normal, preguntándose que demonios estaba pasando allí. -Vamo, as algo. Mátala, o él te matará a ti. Sin nombre hizo lo contrario, la soltó, intentaba separarse de ella y dejar bien claras sus intenciones. Pero lo único que Jordi veía era que el demonio albino quería morderla y saciarse con su sangre. Desesperado le dijo a la joven:

-Por el amor de Dios, acepta el baptismo cristiano, solo así podré salvarte- La joven, totalmente confusa y aterrorizada, no dejaba de mirar al pequeño ser de color verde de mirada cruel. En la puerta, sin entrar, estaba el chico con el que llevaba saliendo casi un año y le pedía que...

-Acepto. ¡Acepto el bautizo en nombre de Dios!

Jordi sintió como la fuerza invisible desaparecía, y se lanzó contra el demonio que sujetaba a la joven. Le atravesó el costado con la corta lanza, pero la herida no sangró, cicatrizó al instante dejando un gran agujero desde el que se veía a través del albino. Cuando cayó al suelo ya estaba muerto. Al instante se evaporaron sus ropas y su carne, solo quedaron los restos de un esqueleto de largas garras y cuernos en el cráneo.La chica descansaba inconsciente. El caballero se aseguró de que estubiera a salvo, y luego, amuleto en forma de cruz en mano, le sussurró al oído que iva a olvidar todo aquello. Luego le hizo la señal de la cruz en la frente y salió del piso. En una esquina la bruja se reía a carcajada limpia, mostrando los tres dientes que le quedaban y sujetándose la tripa con ambas manos. Cuando pudo contener algo la risa bajó en el ascensor y volvió a la compuerta de debajo de la cama.



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23 de Abril del 2010

Se pasó la mano por el pelo blanco, y luego se acarició la barba canosa. Podía tener cualquier edad entre los veinte y los cincuenta, pero no estaba seguro, sólo recordaba su último año de vida. Se sentó en el borde de la cama con la cabeza entre las manos. Ahora que se acercaba aquello (fuera lo q fuera), sentía como algunos de sus recuerdos volvían, en forma de imágenes, a su cerebro como un golpe flash, e intentaba retenerlos para reconstruir su pasado a partir de una fotografía mental...

"Funeral"

- Dime J ¿que es lo que ves?
J tardó unos segundos en responder, pensando si la pregunta tenía trampa.
- Pues... son dos funerales- una breve pausa-. Ésta chica lo está pasando fatal, y en cambio ésta otra- dijo señalando el monitor de la derecha- parece que lo acepta bastante bien.
-¿Sabes porqué te he hecho llamar?- silencio-. ¿Sabes que es lo que me preocupa?- J parecía dispuesto a contestar, pero él siguió hablando, dejándolo con la boca abierta-. Esos dos funerales se han celebrado en mis instalaciones, y a esa gente la han atendido mis empleados. Piensa en el dineral que han pagado para contratar nuestros servicios. ¿Ves a esa joven llorando? ¿La entiendes? ¡Pues yo no!- lanzó el vaso de plástico a la basura con violencia.
-Señor X no creo que deba preocuparse por eso. Esa gente ha contratado los servicios de la empresa por voluntad propia. Usted se ha encargado de que no falte ningún lujo. Contamos con los mejores profesionales... Nadie en el mundo puede ofrecer lo que usted a desarrollado y a convertido en realidad. Insisto señor, no creo que tenga porque preocuparse.
-Si no me preocupara por esos detalles nunca hubiera llegado hasta aquí- su voz había perdido el tono violento, pero lo había sustituido uno más frío y pausado que aterrorizó a J. Encendió un cigarrillo, y tras varias caladas cortas lo apagó en un cenicero-. La diferencia entre usted y yo, J, es que yo me pongo en la piel de ellos, y si uno de mis clientes se siente mal durante...
-Uno entre un millón- lo interrumpió.
-Si ha pasado una vez, puede volver a pasar!- gritó en un nuevo estallido de ira-. Eso podría ser el fin de mi empresa. Y lo que es peor, el fin de todo por lo que he luchado- se miró las manos, y su vista se detuvo en su muñeca izquierda, donde una pulsera tenía un número 14 grabado-. Nada tendría sentido...- terminó en un susurro.

Ambos permanecieron callados durante algunos minutos, mientras veían las imágenes en los dos monitores encendidos. En ellos transcurrían dos escenas similares, solo que en una la cliente parecía contenta, y en la otra una joven parecía desolada.


***


Era una mujer elegante y atractiva. Embutida en aquel vestido negro, tan ceñido y escotado, no aparentaba sus sesenta años. Mantenía una buena figura fruto del gimnasio, y una dieta sana (y una buena cantidad de polvos diarios. "Uno me los da mi marido y los esnifo; y los otros son los amigos de mi marido y me los tiro"). Todos los allí reunidos estaban de muy buen humor, comían y bebían disfrutando del funeral.
Ella se sabía el centro de atención, y se recreaba en todas las conversaciones. Disfrutaba poniendo en apuros a aquellos hombres con los que se acostaba y habían acudido allí con sus esposas. Les sonreía a ellas también, claro, soltaba algún comentario fuera de lugar y los dejaba allí plantados, donde ellas empezaban una larga batería de preguntas que ellos no sabían contestar.
Así que cuando se abrieron las puertas y la música y las luces cambiaron a un ambiente más íntimo, ella perdió todo su protagonismo y el último pensamiento que le dedicó a su difunto marido fue de rabia, y el primer sentimiento hacia su nuevo marido fue de odio.


***


En el monitor de la izquierda aparecía el mismo decorado, las mismas instalaciones. Era una grabación posterior. Pero era una imagen totalmente distinta. Los invitados estaban preocupados por la joven que ocupaba el centro de todas las miradas. En mayor o menor medida, contratar los servicios de R-Aenima les había supuesto un alivio a todos. El padre del joven fallecido tendría una oportunidad de redimirse, y aplacar cierto sentimiento de culpa. Los padres de la temprana viuda tenían la esperanza de que su hija recuperase las ganas de vivir. Incluso el jefe del difunto, intentaría no perder su artículo semanal en su publicación. Y allí estaba ella, la joven destrozada por el dolor, tan indefensa, tan diminuta, sola en medio del salón. Todos lo habían intentado, pero nadie sabía como consolarla. Así que cuando se abrieron las puertas, y la música y las luces dejaron paso a un ambiente más íntimo, ella contuvo su llanto un instante (no pudo hacer lo mismo con sus lágrimas, que seguían resbalando mejilla abajo), y levantó la vista, sin esperanza, para ver el momento clave de la ceremonia.


***


En ambas pantallas la ceremonia transcurría de forma idéntica, tal como exigía el protocolo de la empresa. Los empleados apenas se dejaban ver por los clientes, como si todo fuera obra del gran dios invisible, omnipresente y todopoderoso.
Las luces bajaron de intensidad, y la música cambió a una suave melodía clásica. Una pantalla gigante, descendida desde el techo de manera imperceptible, mostraba imágenes de la vida del fallecido en orden cronológico, hasta llegar al video del entierro, rodado tan solo una hora antes. La música subió de intensidad acompañando el nudo que todos tenían en la garganta.
Entonces, en cada una de las dos escenas, las grandes puertas dobles se abrieron solas, y empezó a a brotar una cortina de humo desde una máquina oculta. La silueta de una persona apareció en el marco de la puerta, y tras una breve pausa, atravesó el humo de colores, y entró en salón. Cada una de las viudas tenía frente a sí a su nuevo marido.


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A sus sesenta años no le hubiera costado nada sacar a relucir su sonrisa menos sincera (lo había hecho tantas veces con él...), pero realmente estaba contenta. Su marido era un estorbo, si. La llamaba constantemente al móvil, se preocupaba por ella y sus largas excursiones. Le hacía asistir cogida del brazo a reuniones de trabajo (aunque no olvidaba que era allí donde había conocido a la mayoría de sus ricos amantes). También era consciente de que él nunca le pedía explicaciones; le pagaba sus eternas vacaciones y sus lujos. La verdad es que sin él, toda esa vida se acababa, porque por razones que no entendía, su ex-mujer y socia, tenía reservada gran parte de la tarta que era el dinero de él. Por eso contrató a esta empresa, que era un gran gasto pero también una inversión.
Y allí estaba, emocionándose incluso al volver a aquel viejo al que no se le levantaba su cosa. Empezó a correr hacia él para darle un abrazo, consciente de que todos la miraban, de que todos los ojos de los machos no perdían detalle de como sus pechos se peleaban por saltar del escote en cada saltito. Cuando llegó frente a él se abrazaron. Él miraba, sonriendo, a todos los presentes, y ella descansaba su cabeza en su hombro, complacida, pensando donde sería su próximo viaje.


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La joven se acercó despacio, incrédula. Aguantó la respiración mientras acariciaba delicadamente aquel rostro tan conocido. Era su hombre, o más bien, era igual que su hombre. Su mirada era la misma, sus gestos idénticos, su sonrisa mantenía su sello personal. La abrazó y la besó sin que ella supiera resistirse. El beso debería haberla calmado, porque los labios no mentía, el calor de su aliento, los rincones secretos de su lengua, todo era como había sido siempre.
Pero ella lo había visto morir en sus brazos. Ella sintió como la vida se escapaba de él, como sus ojos se despedían con tristeza en un último instante, luego aspiró y se quedó con la vista perdida, y luego él ya no estaba allí.
No podía soportarlo, verlo allí de nuevo le ponía los pelos de punta, le dolía el alma. Se dio la vuela, y echó a correr, saliendo del salón y dejando a los demás presentes con la sonrisa congelada en sus caras.


***


-Sigo sin entenderlo J. Les concedo el mayor milagro visto jamás. Les regalo la vida. Solo yo tengo ese don y lo he puesto a su servicio... ¡Los he convertido en inmortales! ¡No lo entiendo! ¿Porque sigue llorando?- No había rabia, sino lástima en su voz.
J se ralamía los labios secos. Había temido que llegara ese momento, y ahora ya no tenía dudas, era tal como se lo había descrito su antecesor. Disimulando lo mejor que pudo, metió las manos dentro de su gabardina. Por suerte, la reunión del día anterior lo había puesto sobre aviso y estaba preparado, sino todo hubiera sido mucho más difícil.
-No se porqué sucede todo esto- la voz del viejo era poco más que un susurro. Se pasó una mano por la cara-. ¿Porqueee?
J sacó la mano del interior de la gabardina, la extendió temblorosa delante de sí mismo, a unos centímetros de la cabeza del señor X, y mientras veía como el cañón del arma se tambaleaba de un lado a otro, cerró los ojos y apretó el gatillo. Se oyó un pequeño silvido seco seguido de un crujido. Cuando volvió a abrir los ojos, vio como el cadáver del anciano se desplomaba sobre el escritorio con un pequeño agujero sangrante bajo uno de los pómulos.
Tras varios minutos en los que J. lloró silenciosamente, cogió el tabaco del otro y encendió un cigarrillo. La segunda calada le provocó un ataque de tos, y machacó la colilla en el cenicero. Eso le sacó del estado de shock en que se encontraba, y continuó el trabajo que había empezado. De pie, desde detrás del cadáver, tecleó en la computadora un código secreto que ni el difunto jefe conocía. Era parte del plan de seguridad que el señor X original había diseñado tantos años atrás.
A los pocos minutos se abrieron las puertas mecánicas del despacho y entró por ellas el señor X. Durante unos instantes J se quedó pasmado mirando alternativamente a los dos hombres iguales. Estaba prevenido sobre lo que iba a ocurrir, incluso él había activado el plan de emergencia xo...
-Vamos J, por el amor de dios, no dramaticemos. Llame al servicio de limpieza para que arreglen este pequeño desastre. Tomaremos u café mientras, y luego me mostrará esos vídeos con los que parece que tenemos un problemilla- levantó una mano coronada con una pulsera con el número 15, la puso sobre el hombro de J, y empezaron a andar hacia el exterior.