"EXPRESO DE M. JACKSON"

Tiró el periódico sobre la mesita y apagó el televisor con el mando a distancia. Ni uno ni otro aportaban nada nuevo sobre su muerte, sólo discutían la veracidad de algunos datos y desarrollaban absurdas hipótesis. Hacía dos meses que había muerto y aun no sabían nada de nada, y esperaba que eso continuara así.
Sonrió mientras se levantaba del sillón y se dirigió hacia la puerta metálica. Tecleó un número secreto y la puerta se abrió con un suave clic. Adentro todo estaba oscuro, solo pequeños interruptores con luz propia brillaban en medio de la negra nada. Al entrar, una linea de fluorescentes en el techo se encendieron, alumbrando con luz suave la estancia. Pero fue al cerrarse la puerta detrás suyo cuando empezaron a iluminarse los laterales, y a mostrar la verdadera funcionalidad de la habitación. Había unos gigantescos bidones de cristal, cuatro en cada lado, llenos de algún líquido cristalino.
Se acercó al más cercano. En una etiqueta pegada al bidón se leía "Jamie". Posó la mano en el cristal y la movió como si pudiera acariciar su contenido. En el segundo bidón había tantos cables exteriores alrededor que apenas se podía ver el interior. El tercero contenía uno de sus especímenes predilectos "Matt".
Cruzó el pasillo y contempló a los otros cuatro. El contenido era una versión aun atrasada de su proyecto. Los cuatro estaban esperando su momento para formar parte de los elegidos.
Cuando se acercó a ellos, en uno de los bidones se formó una burbuja de oxígeno, eso significaba que aquel estaba soñando. Como antes, posó la mano sobre el cristal e imitó una caricia. El interior se revolvió despacio, desperezándose. El cuerpo se estiró y abandonó la postura fetal. Poco a poco la maraña de pelo flotante dejó paso a las imperfectas facciones del sujeto. De pronto, sus ojos se abrieron, y tras un instante inicial de confusión terminaron por reconocer a M.J.
En el interior, su rostro adquirió el tinte del terror más puro, y empezó a golpear el bidón con todas sus fuerzas. Desesperado, con los ojos apunto de salirse de sus órbitas, intentaba huir de allí, escapar de aquel monstruo.
Desde fuera, él miraba al niño, y tras su mascarilla sonreía.



DANIEL SOLSONA GOMEZ
greycinder@hotmail.com

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