Dale al play y empieza a leer:
Ando por un gigantesco campo verde en un día donde el sol brilla con energía. El viento juega con la hierba, que me llega hasta las rodillas, y hace que su roce me moje las piernas. Es una sensación agradable.
Se que estoy soñando. No siento calor, ni frío, ni la humedad, ni el viento, pero la sensación es de paz, de tranquilidad, de seguridad, de bienestar. Será porque se que andas cerca.
Veo la pendiente que desciende, y como, a lo lejos, el mar verde por el que ando se une al mar azul del cielo. Sonrío porque se que nunca te separas de mí, y aunque aun no puedo verte, se que estás aquí. Puede que agachada entre la hierba, esperando que me despiste para salir corriendo, y que yo te persiga entre risas, te alcance, y caigamos rodando el uno sobre el otro en esta infinita almohada verde.
Mientras desciendo hago visera con mi mano: veo la casa de madera que construimos no hace tanto; cerca, el pequeño muelle que pisa tímidamente el lago, con nuestra balsa, en la que cada día paseamos y nos contamos un cuento nuevo. Pero no hay rastro de ti.
Ya debería haberte encontrado.
Al otro lado se alza imponente el faro. Nunca nos ha gustado. No solemos acercarnos. Pero hoy, algo en su autoritaria presencia, me llama y me habla de ti.
Y allí te encuentro, de espaldas, mirando el acantilado de púas de piedra negra. Ni siquiera cuando llego a tu lado me miras. Sigues con la vista fija en el vacío, con una expresión tuya que desconozco. Diría que no es enfado, sino una mezcla de tristeza y burla. Y aunque al abrazarte parece que despiertas, apenas reaccionas, solo un intento de sonrisa que no consigue convencerme. Y te separas de mi.
Se que la hierba es verde porque me lo dijiste tantísimas veces. Pero sabes que para mi podría ser roja. Y en ese momento ya es ciertamente roja. Y tú, ahora que te miro bien, estás muy blanca. Tus pómulos se marcan aun más. Tu piel parece de hielo, y tus venas azules la cruzan como si fueran grietas. Llueven hojas con forma de corazón, por eso el suelo es rojo. En realidad todo es blanco nieve, pero el suelo es de lágrimas rojas sobre un mar de frío.
Tus ojos, que siempre he pensado que son azul-gris-amarillo, pasan a ser un desenfoque que al principio creo que son lágrimas, pero simplemente son la nada que hay en la verdad más absoluta.
Y esa verdad es que ya no sientes nada por mi. Nada. Y mientras yo lo repito sin lograr entender, das otro paso y te dejas caer al vacío.
greycinder@hotmail.com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
me gusta, y no solo eso; me gusta demasiado.
ResponderEliminar:)
Hola!
ResponderEliminarhola 2
ResponderEliminar